SEMILLAS
Pipe regresó sobre sus pasos a recoger el carrito que dejó tirado al lado del portón, en eso sonó un disparo y el aire se quedó invadido por un zumbido. Su cabecita fue atravesada por una bala y en menos de un segundo cayó al suelo. Su sangre penetró rápidamente la tierra sembrada hace tiempo con semillas de esclavitud y de horror. En su mano apenas se apretaba un poco aquél juguete. María cayó de rodillas soltando los pocos harapos que apretaba contra su pecho y aunque ya estaba llorando, sus ojos, destellantes de rabia y dolor, dejaron rodar por sus mejillas las más amargas lágrimas que nunca hubiese podido derramar. La pequeña Mónica seguía corriendo por el maizal, mientras la madre se pone de pie y corre alcanzando a su pequeña hija. Se escondieron bajo el abrigo de la noche, ya no había nada que hacer, no podían volver a su casa y sin embargo, tenían que seguir viviendo.